viernes, 14 de octubre de 2016


                                              AMELIA

 Poco antes de que los domingos fueran amargos las risas llenaban los rincones de la casa, aun cuando no se pudiera salir.  
La lluvia en diciembre y enero acostumbraba a caer en la sierra donde teníamos la casita y pasábamos las vacaciones de Navidad; eran días felices en los qué Amelia al despertar cada mañana corría arrastrando su osito de peluche que sujetaba por la oreja en su pequeña mano, desde  mi cama oía el eco de sus pasos, sabía que se acercaba y me escondía  bajo las sábanas para sorprenderla al subirse a nuestra cama; después cosquillas, risas y juegos  llenaban nuestro tiempo.
Tardamos años en ser padres. Fueron tiempos duros de pruebas y tratamientos,  mientras nuestras esperanzas se frustraban pero, cuando ya lo dimos todo por perdido, llegó Amelia y a pesar de no haberla llevado en mis entrañas la siento muy mía. Hace seis meses le detectaron cáncer; las lágrimas llenaron los espacios mientras el dolor nos recorría el alma.
Otra vez pruebas y tratamientos; mi medula no sirve, necesita un donante.
Mientras esperamos, me niego a rendirme. Sujeto su mano intentando darle toda mi fuerza para que tampoco ella se rinda. Miro su cara, reflejo de inocencia dónde apenas se dibuja una sombra de dolor.
Como ella en la sala hay otros niños, valientes, con ganas de crecer, de jugar y ser amados

1 comentario:

  1. Concha, me ha gustado mucho. Quizá en algún momento le falte algo de fuerza. Cuandote dan la noticia de que tiene cáncer la vida se desploma,. se rompe, se abre una grieta por la que quiees escapar... Pero es muy bonito.

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