sábado, 13 de agosto de 2016


                                 EL COLOR OSCURO DEL CIELO



¡Sube al coche!, —me ordena—, le obedezco. En la radio suena «"Human Nature"»  de MADONNA, a quien imagino sobre el escenario con el cuerpo enfundado en un ajustado corsé negro y medias de rejilla. Miró mis piernas; no son como las de ella y me consuelo  pensando. Al menos tenemos los mismos años.

Ladeo la cabeza hacia él, quien me sonríe con malicia mientras desliza su mano por entre mis muslos. Bajo la cremallera de sus pantalones. ¿Qué haces? ¡Aquí no! —Me dice—, vamos a un sitio más retirado.

El recorrido se me hace interminable, a nuestro paso todos los semáforos insisten en teñirse de rojo; cada vez que esto sucede, remuevo mi culo en el asiento encogiendo mi cuerpo todo lo que puedo cubriéndome la cara con el dorso de la mano apoyado en el cristal de la ventanilla, mientras miro con recelo al conductor de turno sentado en el coche de al lado.

MADONNA hace rato que se ha callado, ahora se escucha «" El Jefe"»  BRUCE SPRINGSTEEN.

Él golpea con sus dedos el volante siguiendo el ritmo de la música. Me mira, creo que en un gesto intuitivo al sentirse observado. En esta ocasión no sonríe; hemos  llegado a la carretera de El Saler.  Entre dunas de arena, pinos y matorrales disminuye la velocidad se sitúa en la cuneta y desconecta el motor. Pone su mano en mi nuca llevando mi cara hacia su entrepierna, me dice: —ahora; ¡Empieza! Bajándole la cremallera, trago saliva e inspiro lo más profundo que puedo para llenar mis pulmones de aire y así contener la respiración durante el tiempo que calculo podrá tardar en desahogarse; sostengo en mi mano esa parte de él.

— ¿A qué esperas?, ¡venga! Empieza ya, —me ordena— así lo hago. Intento evadirme y pienso en mi niña; vuelvo a escuchar la radio cuyo sonido siempre ha estado presente como si fuera el tercer ocupante de un coche sucio y mal ventilado que huele al tabaco impregnado en sus asientos.

A llegado el espacio de la publicidad, en la emisora mal sintonizada se oye  « " el segundo juguete al sesenta por cien " ». Lo  que me recuerda que tenemos las navidades encima, y decido que al llegar a casa buscaré el árbol, el mismo que hemos puesto año tras año junto a la ventana. Sé que será quien pondrá las bolas grandes y el ángel de arriba; yo nunca he querido poner la estrella. No sé por qué. No me gusta. Mañana empezare a comprar los juguetes de Reyes. Su abuelo  siempre quería que los regalos se dieran en Reyes, nada de Papa Noel —decía, cuando aún estaba con nosotras—. Compraré también una tableta de turrón «Suchard». Era el preferido de su madre, ¡Pobre hija mía!, los muy cabrones, no le dejaron otra opción que lanzarse por el balcón cuando nos tiraron de casa. ¡De mi casa!, con el salón grande, ese que calienta el sol de invierno, donde jugaba Marta, mi hija, y ahora lo hace mi nieta. Si no fuera por ella, por esos ojos que me miran sin entender nada y preguntando por qué. Cuando me mira en silencio agacho la cabeza y aún percibo su reproche; sé que debería contarle, voy a tener que explicarle pero no puedo, todavía no.

Este año, mejor no compro turrón y los juguetes los buscaré en los chinos de la esquina, esos que tienen de todo.

Tendré que agenciarme otra esquina, esas muñequitas rusas tienen pillados los sitios buenos y además de noche todos los gatos son pardos.




3 comentarios:

  1. Ufff que duro....pero es una realidad que está ahí. Continúa campeona

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  2. Duro, duro, duro pero es la parte fea de la vida. Puuff

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  3. Duro, duro, duro pero es la parte fea de la vida. Puuff

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